Ejerciendo la autoridad como padres
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Ejerciendo la autoridad como padres

Como creyentes hemos recibido el mandato de discipular. Aunque no todos seamos padres naturales tenemos la responsabilidad de una u otra forma de ser padres espirituales para muchas personas.

Las redes sociales nos tratan de reflejar que la mayoría de las personas tienen una familia perfecta: hijos educados, que obtienen buenas notas, viajan por el mundo y en todo les va bien. Primero, no creamos todo lo que vemos en los medios, y segundo, tampoco no seamos tan duros con nosotros mismos pues todos nos equivocamos.

La realidad es que nadie nos enseñó o nos dio un manual sobre el cómo ser padres. Ahora bien, aunque todos fallemos, esto no quiere decir que debamos aprender de dicha manera. Estamos formando a nuestros hijos y no queremos hacer un experimento de ellos; por lo tanto, debemos meditar sobre los recursos de donde obtenemos nuestros consejos como padres; si lo hacemos basados en nuestra experiencia – la cual, aunque no se desprestigia va a cambiar en cada circunstancia – o estamos basando nuestros consejos de libros escritos por otras personas que al igual que nosotros también fallan o estamos basándonos en la Palabra perfecta de Dios.

La Biblia es el consejo infalible. Muchos nos preguntamos, ¿es tarde ya para ejercer autoridad sobre nuestros hijos? La respuesta es no. Así como nunca es tarde para recibir a Cristo, tampoco lo es para hacer ajustes en nuestra paternidad. Como padres tenemos una esperanza para cambiar y el Señor nos muestra lo que necesitamos hacer para poder ser unos padres que traigan gloria y honra a Su nombre.

¿Qué es el discipulado? Discipular es ayudar las personas a seguir a Cristo. No se refiere a que nos sigan a nosotros mismos, ni a un líder o a un pastor. El rol del verdadero maestro que enseña en su discipulado es aquel que apunta a Cristo y busca que los demás lo sigan solo a Él. Como padres de familia vamos a tener la responsabilidad de seguir, apuntar y guiar a nuestras familias a que sigan a Jesús. Pero lo más importante es que el discípulo, no lo escogemos nosotros; nuestros hijos los escogió el Señor. Y Dios nos eligió padres para dirigirlos en ese discipulado.

Esto es fundamental, porque nadie puede discipular a nuestros hijos, solo nosotros como padres. En la iglesia se les enseña el caminar en Dios, pero nadie puede sustituir el rol que el Señor nos dio solamente a nosotros como padres. Muchas veces le hemos dado la responsabilidad a la iglesia, al pastor, al líder, a la escuela de discipular a nuestros hijos, pero este rol Dios lo puso para que nosotros nos hiciéramos responsables de ello.

¿Qué le estamos enseñando a nuestros hijos? ¿Es la Biblia nuestro fundamento o es el mundo? ¿Es la Palabra de Dios lo que más amamos? Porque el amor es el que empuja a que tomemos todas las decisiones en nuestra vida.

Por ejemplo, si nos gusta hacer ejercicio no vamos a tener ningún problema en levantarnos a las cinco de la mañana para ir al gimnasio. Nos levantamos porque amamos hacerlo y lo que amamos nos empuja a tomar decisiones.

¿Por qué trabajamos tanto? Porque amamos a nuestra familia y queremos que ellos estén bien. No es porque sea lo más satisfactorio; pues da más placer quedarse la casa, levantarse tarde o no hacer nada durante el día.

¿Amamos la Palabra de Dios? si así fuese, la buscaríamos, la leeríamos y sería nuestra prioridad a la hora de tomar nuestras decisiones. ¿La practicamos? ¿La enseñamos a nuestros hijos, a nuestra familia, a nuestros hijos espirituales?

Proverbios 1:8 “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la enseñanza de tu madre” Esta palabra habla de la responsabilidad de los padres la cual es instruir a sus hijos. Nuestro rol si verdaderamente amamos a nuestros hijos, es enseñarles la Palabra de Dios. Pero lo más importante que debemos cuestionarnos es si nosotros la guardamos y obedecemos. ¿Será para nosotros solamente un manual de hermosas frases o será un libro que llevamos a la práctica en obediencia a nuestro Señor?

El primer problema es que los cristianos trabajamos y decidimos nuestra paternidad como si fuéramos mundanos. No estamos en contra de la ciencia, de los avances tecnológicos ni de las ciencias sociales. El problema está en la prioridad en la cual nosotros ponemos las ciencias sociales en nuestra vida. No estamos en contra de métodos de enseñanza psicológicos para los hijos. Pero ¿qué pasa cuando el método de enseñanza choca con los principios de la Palabra de Dios? ¿Cuál escogemos?

Por ejemplo, la educación Montessori, se basa en dejar que nuestros hijos tomen decisiones, pero la pregunta es ¿está un niño de 2 años listo para escoger que quiere comer, ver o hacer en su vida? La respuesta es no, no está listo. Entonces, si no está listo, el mundo nos criticará, porque no seguimos la ciencia de otros hombres imperfectos, padres como nosotros que fallamos, que hicieron una investigación que es válida, pero no quiere decir que esa investigación sea más válida que la verdad de la Palabra de Dios.

Y si nos ponen a escoger, deberíamos siempre elegir la Palabra de Dios, porque sabemos que tiene un respaldo de aquel que es autoridad para hablar de ella. Dicho respaldo es el que le va a dar el peso a la decisión que tomemos sobre nuestros hijos. No es el investigador quien va a dar cuentas a Dios de nuestros hijos, sino nosotros. Tenemos la responsabilidad de escoger como los vamos a criar.

Existen padres para quienes pareciera que la iglesia no es tan importante. No ponemos a escoger a nuestros hijos si van o no a la escuela, si hacen o no deportes, si comen o no, pero sí ponemos a nuestros hijos a escoger si van o no a la iglesia. Quizás la iglesia y tener un encuentro con Dios no es tan importante para muchos.

Si queremos seguir una formación bíblica con nuestros hijos debemos entender que nuestro rol no es ser el mejor amigo de ellos, sino poner límites; esto es ejercer autoridad. Proverbios 19:18 “Corrige a tu hijo mientras haya esperanza, mas no se altere tu alma para destruirlo.”

El principio enseña que debemos disciplinar a nuestros hijos y no en enojo ni en emociones. Si no lo hacemos nosotros, nadie más lo va a hacer. Esto es algo que debemos hacer desde que ellos son pequeños, pues de lo contrario en futuro pagaremos lo que dejemos de hacer hoy. Debemos dar prioridad en educar a nuestros hijos en vez de gastar tiempo en distracciones como las redes sociales, viendo series televisivas o trabajando en extremo y descuidándolos a ellos.

Hebreos 12:5-7 nos dice “y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?”

Crecemos cuando se nos disciplina, cuando enfrentamos pruebas y se nos ponen los límites. El Señor no está en contra de nuestra libertad, Él está a favor de que caminemos la vida que Él diseñó para nosotros. Pero cuando nos salimos de sus límites, nos salimos de también de su cobertura, su plan y propósito perfecto. No obedecemos por seguir una moral, sino porque le amamos a Él y de la misma manera debemos mostrar el amor de Dios a nuestros hijos.

Si soportamos la disciplina somos verdaderos hijos y vamos a ser tratados como tales. “Porque qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina, pero si los dejas sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos y no hijos” dice Hebreos 12:8. Porque el padre que no disciplina ni pone límites a sus hijos los trata como si no lo fueran y como si no los amara. El padre que disciplina va a cosechar honra. Tenemos que empezar a meditar cual es la forma de crianza que le estamos dando a nuestros hijos.

¿Qué tipo de hijos queremos formar? Honremos a nuestros padres cuando nos corrigen pues al hacerlo es porque están interesados en nosotros ¿Qué mensaje estamos dando a nuestros hijos cuando les pagamos clases de algún tipo (música, arte u otros), ir a entrenar al gimnasio todos los días, pero no ir a la iglesia? Le estamos enseñando que la Iglesia no es suficientemente importante. Hay que permitirles que vayan a escuchar la Palabra de Dios, pues al no hacerlo les estamos haciendo un daño, robándoles semillas que el Señor quiere sembrar sus corazones.

¿Cómo hacemos para ejercer esa disciplina? Con amor y haciendo un compromiso primero con Dios. Así que cada vez que tengamos que disciplinar a nuestros hijos en cualquier área, en amor debemos explicarles que nuestro compromiso es con Dios primero y luego con ellos. Con esto, el mensaje que estamos dando a nuestros hijos es que Dios siempre es primero.

Modelar es reconocer autoridad. En Deuteronomio 6:4-7 la instrucción que el Señor le da al pueblo de Israel es “Oye, Israel Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tú Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón”

Este es el orden que el Señor estableció: primero amar a Dios, porque cuando lo hacemos todo lo demás va a repercutir sobre dicha acción. Todas nuestras decisiones van a darse como consecuencia de amarle, lo bueno, lo malo va a suceder en función de ese amor y reverencia que le tenemos. Y lo segundo que el Señor les dio fue la instrucción. Esto es para nosotros el cómo debemos modelar a Cristo, versículo 8-9 “Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón. Sobre nuestro corazón. Y la repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como señal en tu mano, y estarán en frontales entre tus ojos, y los escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas

¿Somos así intencionales con nuestros hijos?

Debemos traer conversaciones intencionales, orar por ellos, compartirles de nuestros días, hablarles de lo que el Señor nos regaló, porque ellos van a notar que todo lo hablamos está relacionado con Dios, y con eso le estamos dando un mensaje: que el Señor es todo para nosotros, y queremos que lo sea para ellos también.

Modelar no es ser perfecto, pues nadie lo es. Modelar es ejemplificar los principios de la Palabra, lo peor que podemos hacer es cuando le decimos a nuestros hijos que hagan algo que nosotros no hacemos, estamos siendo personas poco íntegras.

Nuestros hijos no hacen lo que les decimos, hacen lo que nos ven hacer. Lo que hagamos hoy va a marcar el futuro de nuestras generaciones; nuestros hijos les enseñarán a los suyos también; y lo que dejemos de hacer impactará por generaciones. Quizás nuestros hijos no nos den gracias hoy, pero cuando sean adultos nos lo agradecerán por siempre.

¿Qué pasa cuando fallamos? ¿Qué hacemos? La Biblia dice que nosotros cuando fallamos tenemos que pedir perdón y nuestros hijos no son la excepción. Lo que debemos hacer es lo que Dios dice y no lo que nuestro padre biológico hizo. Cuando pedimos perdón y hacemos el ajuste, le estamos enseñando a nuestros hijos que todos necesitamos a Dios. Ese es el mensaje que le damos: dependemos y necesitamos de Él.

Si nosotros amamos a nuestros hijos y decimos que amar a Dios, entonces vamos a obedecerle. Jesús dijo lo siguiente en Juan 17:4 “Yo te he glorificado en la tierra. He acabado la obra que me diste para hacer. ¿Sabe cuál es el éxito? Hacer la obra que Dios nos dio para hacer” ¿Cuál es el éxito? Hacer la obra que Dios nos dio.

Formemos nuestras generaciones, formemos a nuestros hijos espirituales. Sembrémosles acerca del Señor, seamos íntegros delante de Dios. Nuestros hijos tienen que ver que nosotros vivimos el Evangelio, no que lo recitamos, que lo vivimos, que somos prontos para perdonar, para restaurar y para decir “me equivoqué”.

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