Disciplinas difíciles – La Sujeción
El tema de la prédica de hoy es acerca de la sujeción. Es necesario en este tema ser lo más bíblicos posible y disponernos a ser confrontados por la palabra del Señor.
1 Pedro 2:9-17 dice:
“9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.
11 Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, 12 manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.
13 Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, 14 ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. 15 Porque esta es la voluntad de Dios: que, haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; 16 como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. 17 Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.”
La Rebeldía a las autoridades es algo que está en la naturaleza humana. A los niños pequeños les es fácil cuestionar y desobedecer a sus padres. También para los adolescentes resulta natural mostrar rebeldía y menosprecio por la autoridad. Ya de adultos, las parejas cristianas, a pesar de enamorarse y casarse dispuestas a vivir felices y en armonía, se dan cuenta que la sujeción de la mujer a su marido indicada en la biblia no era tan fácil de practicar. Luego, en otra etapa, entramos a la vida laboral y nuevamente empezamos a cuestionar la autoridad, esta vez de nuestros jefes.
No es diferente en el ámbito de la iglesia, tampoco aquí nos resulta sencillo someternos a las autoridades. En ocasiones no mostramos respeto por la autoridad de las personas encargadas del estacionamiento, ni de los servidores, ni aun de los líderes. No podemos pretender sujetarnos a aquel a quien no podemos ver, si no queremos sujetarnos a los que sí podemos ver, es decir, a los que Dios puso en posición de autoridad.
La Biblia nos enseña que debemos someternos a las autoridades humanas por causa del Señor, es decir, al gobierno civil, a nuestros padres, a nuestros profesores, a nuestros jefes, a los ancianos de la iglesia, a diáconos y a pastores.
Consideremos las siguientes tres ordenanzas:
1. Temer a Dios
2. Respetar al Rey
3. Amar a los Hermanos
Temer a Dios
Cuando la Biblia nos habla de sujeción a Dios o del temor a Dios, no significa que debemos tener miedo ni que nos va a castigar, más bien quiere decir que debemos honrarle y honrar sus mandamientos. Nuestra naturaleza humana por sí misma es pecaminosa; sin embargo, Dios que es santo y perfecto nos ha guiado a hacer lo correcto por medio de sus preceptos. No podemos cuestionar su autoridad.
Salmos 111:10 dice:
“10 El principio de la sabiduría es el temor del Señor; buen juicio demuestran quienes cumplen sus preceptos.”
El temor a Dios, es decir el respeto y la honra a Dios es algo que demostramos en nuestra sujeción a los demás, y antes de quejarnos y cuestionar a aquellos a quienes hemos de sujetarnos, deberíamos más bien orar por ellos. De manera que la mujer que se somete a su marido, el hijo que se somete a sus padres, o el creyente que se somete a su liderazgo, todos se están sometiendo a Dios.
Entendemos también que toda vez que nuestra autoridad nos llama a hacer algo que está en contra de los preceptos de Dios, debemos por supuesto anteponer nuestra máxima autoridad que es Dios, nuestro Señor, que está por encima de todo.
Recordemos un ejemplo de sujeción a las autoridades terrenales. Durante la pandemia se nos dieron directrices específicas con respecto al aforo en la iglesia por lo que se debía reservar el espacio. También teníamos que acatar instrucciones sanitarias como el uso de mascarillas y la desinfección de las áreas comunes. Además de esto debíamos contemplar otros aspectos como la restricción vehicular, las cartas para permisos, el conteo de servidores de alabanza, etc. Sin embargo, como iglesia cumplimos con todo, nos sometimos a las autoridades, y por ende honramos a Dios haciéndolo. Por ser obedientes al Señor, durante la pandemia nuestra iglesia tuvo un mayor crecimiento, y no sólo servimos de ejemplo a otras congregaciones, sino que incluso pudimos cambiarnos a un mejor local.
Pero ¿qué pasa si el día de mañana el gobierno dice es prohibido hacer cultos y que no nos podemos reunir más? Esta ciertamente sería una directriz a la que como iglesia no podríamos someternos. Nadie nos va a detener de predicar del Dios verdadero al cual amamos. No hay autoridad que esté por encima de la autoridad de Dios. Ahora bien, la forma de conocer los preceptos de Dios es por medio la lectura de Su Palabra, cuando nos congregamos y cuando oramos.
Respetar al Rey
En este punto nos referimos a todas las autoridades civiles que haya en el momento. Someterse al rey significa pagar nuestros impuestos, no evadir tributos ni facilitar a otros que lo hagan, como cuando somos permisivos con comerciantes que pretenden no emitir facturas para ahorrarse algo de dinero. Recordemos que la Biblia nos llama a “dar al César lo que es del César”. La Biblia nos enseña que somos libres, pero esto no significa que podemos evadir las reglas de este mundo.
Nuestra conducta no puede ser la conducta del mundo. Dice la Biblia que somos peregrinos y extranjeros en este mundo. Nuestra ciudadanía está en los cielos. Por lo tanto, deberíamos comportarnos diferente al mundo. Demostramos que somos diferentes en nuestra forma de hablar en el trabajo, en la manera en que nos expresamos de nuestros jefes y autoridades. Si tenemos clara nuestra identidad celestial, no vamos a imitar las conductas y costumbres del mundo, sino que vamos a poder controlar nuestra lengua, como nos habla el capítulo 3 de Santiago, para refrenarnos de hablar crítica y maldición contra nuestras autoridades, y, por el contrario, vamos a orar por ellas y bendecirlas.
Amar a los Hermanos
La Biblia manda que tenemos que amarnos unos a otros. Si bien el cuerpo pastoral y el liderazgo de la iglesia está lleno de personas imperfectas, cada vez que estos oran por las ovejas, preparan una prédica, o dan una consejería, lo hacen por amor al Señor y por amor a cada una de las ovejas de la congregación. Así como su responsabilidad es cuidar de las ovejas, es también responsabilidad de las ovejas el someterse a las autoridades de la iglesia.
Debemos entender que tenemos un propósito de parte del Señor, y tenemos que glorificar a Dios donde sea que estemos y en las circunstancias que sea. Todos tenemos que honrar a nuestras autoridades porque ese es el mandato que Dios nos ha dado.
Para concluir, atesoremos los siguientes cuatro versículos:
Tito 3:1 dice:
“Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra.”
1 Timoteo 2:1-3 dice:
“1 Exhorto, ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; 2 por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. 3 Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador”
Hebreos 13:17-18 dice:
“17 Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso. 18 Orad por nosotros; pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo.”
1 Pedro 5:5 dice:
“Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.”
Es el anhelo de nuestra iglesia que seamos una iglesia donde se predique la palabra de Dios y donde siempre tengamos un sólido respaldo bíblico a las enseñanzas que se predican. Cuando hablamos de sujeción a las autoridades, no estamos hablando de vanagloria a los hombres, sino que basados en la Palabra de Dios, afirmamos que la sujeción a la autoridad es honra al Señor.
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