Usando el dinero correctamente - Cuidado con el amor al dinero
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Usando el dinero correctamente – Cuidado con el amor al dinero

Siguiendo el tema del uso correcto del dinero, es importante recordar que Dios es un Padre dadivoso. La paternidad de nuestro Dios implica ser un Padre generoso, pero no está para cumplir nuestros caprichos; Él sabe muy bien lo que necesitamos.

Jesús habló mucho más sobre el dinero que sobre el cielo y el infierno. En las parábolas de los cuatro evangelios, el 50% tratan sobre el dinero y los bienes materiales. La Biblia contiene aproximadamente 500 versículos sobre la oración, menos de 500 sobre la fe, pero más de 2350 versículos sobre el dinero y las posesiones materiales. ¿Será que para Dios es un tema relevante? Claro que sí.

Mateo 7:11 dice: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”

El Padre celestial sabe bendecir nuestra vida y el porqué de esas bendiciones.

1 Timoteo 6:3-10 dice:“3 Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, 4 está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, 5 disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales. 6 Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; 7 porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 8 Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 9 Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; 10 Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.”

Este último texto, que es el eje central de la enseñanza, señala que hay una raíz capaz de desatar toda una serie de males: esa raíz es el amor por el dinero. El versículo habla del amor como un sentimiento poderoso. Todos sabemos lo que es sentir amor, pero el problema surge cuando permitimos que el amor por el dinero nos gobierne y ejerza dominio sobre nosotros. El amor por el dinero produce frutos negativos, capaces de desviar a muchos del camino de la fe y de causarles muchos dolores.

Es importante aclarar que el dinero en sí no es malo; lo malo es el amor avaricioso, idólatra y desmedido, que es de donde surge toda clase de perversión y maldad.

3 peligros del amor al dinero:

1.El amor por el dinero:

El apóstol Pablo, en el versículo, comienza hablando de una raíz, no de tallos, hojas o frutos, que son más visibles. Las raíces generalmente están ocultas en las plantas o árboles; en el ser humano, la raíz se compara con el corazón, que es donde está lo más profundo de nuestro ser.

En los versículos 4 y 5, el apóstol describe a hombres que se desviaron y comenzaron a enseñar cosas contrarias a la sana doctrina. Estos hombres tomaron la piedad como fuente de ganancia, convirtiendo la piedad, la doctrina y las sanas enseñanzas en mercaderes del evangelio y la fe.

Hoy en día, no somos ignorantes respecto al abuso del dinero en el contexto eclesial. El apóstol Pablo advierte sobre estos hombres: dice que debemos apartarnos de ellos, ya que su verdadera motivación no fue glorificar a Cristo, sino acumular riquezas y buscar su propia comodidad.

El amor ciego por el dinero produce desviaciones tanto en quienes lo poseen como en quienes no lo tienen:

  • Aquellos que lo poseen pueden darle un mal uso, permitiendo que el dinero los gobierne y convirtiéndose en el eje central de sus vidas.
  • Aquellos que no lo poseen pueden desarrollar un deseo ciego y desmedido por conseguirlo, llenándose de afán por lo que otros tienen y ellos no. El deseo de riqueza puede ser más peligroso que la riqueza misma.

2.Materialismo:

En esta era postmoderna, lo material se ha convertido en lo más valioso. Cómo vistes, qué carro tienes, en qué barrio vives, parece que define nuestro valor, ya que vivimos en un mundo donde esto es lo más importante y lo que vende. El materialismo lleva a vivir en un “yo ideal” y no en un “yo real,” y eso es perdición.

1 Timoteo 6:9-10 dice: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición.”

Este versículo se puede dividir en dos partes:

Parte a: Los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo. La tentación es una trampa diseñada para desviarnos, y el lazo es un engaño que llena de locura un corazón codicioso. Hay quienes dicen: “Es que yo necesito eso,” sin saber por qué lo compran. El enemigo crea necesidades que no existen; lo único que necesitamos es a Cristo, nuestro Señor y proveedor. El consumismo desmedido nos convierte en prisioneros de lo material. No necesitamos 50 pares de zapatos si solo tenemos un par de pies. La trampa del materialismo es hacernos creer que tener es sinónimo de felicidad, pero la verdadera felicidad no depende del dinero ni de las cosas materiales. Lo valioso es Cristo en nuestra vida.

Parte b: Y en muchas codicias necias y dañinas que hunden a los hombres en destrucción y perdición. El consumismo desmedido lleva a codicias necias y dañinas, como el deseo de obtener cosas que no necesitamos para impresionar a personas que no conocemos. Estas codicias conducen a la auto destrucción y a una vida miserable, ya que el materialismo desmedido es un vientre que nunca se sacia. El materialismo no tiene fin; siempre se desea más. El versículo 7 pone un punto final a la acumulación material: venimos al mundo sin nada y nos vamos sin nada.

En 1922, Howard Carter y su equipo encontraron la tumba de Tutankamón, rey de Egipto. Encontraron un sarcófago con un esqueleto rodeado de muchos tesoros, que ahora se exhiben en el Museo del Cairo. Pero al morir, Tutankamón se encontró desnudo, sin una moneda delante de su Creador.

3.El afán por producir y producir:

Este peligro se ha introducido en la iglesia, donde hombres y mujeres con muchos dones y talentos han dejado muchas cosas en busca de producir más. El afán por producir y producir ofende a Dios, ya que cuando hacemos del trabajo nuestro proveedor, le quitamos a Dios el rol de nuestro proveedor. El trabajo es solo un medio, no el proveedor.

1 Timoteo 6:10 dice: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.”

Este versículo destaca que el amor al dinero puede llevar a los cristianos a desviarse del camino de la fe, resultando en muchos dolores. El afán por producir ha llevado a muchos a sacrificar su vida familiar, matrimonios e incluso su salud, en busca de riquezas que no se pueden comprar con dinero. Trabajemos y esforcémonos para ganar el pan diario, reconociendo que el Señor es nuestro proveedor, sin desplazar nada de su orden divino. El afán por producir elimina el deseo de ser generoso. Aquellos atrapados en el amor al dinero pueden volverse egoístas e insensibles a las necesidades de los demás, incluso dentro del reino de Dios. El diezmo, diseñado para honrar a Dios, también nos bendice a nosotros.

Confróntese con estas preguntas:

  1. ¿En la abundancia doy con generosidad?
  2. ¿En la escasez reniego contra Dios y lleno de amargura mi corazón?
  3. ¿Debo convencerme mucho para dar o compartir, o obedezco a Dios sin problema?

Estas son buenas preguntas para reflexionar.

Conclusión

Mateo 6:34 dice: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.”

Vivimos en tiempos en los que el amor por el dinero puede deslumbrarnos y desviarnos del camino de la piedad y la bondad. Aunque el costo de vida ha subido, debemos recordar las palabras de David en el Salmo 37:25: “Nunca he visto un justo desamparado ni a su descendencia que mendigue pan.” Nuestra vida depende solo de Dios; nada material puede ocupar su lugar en nuestro corazón.”

Lucas 18:18-23 dice: “18 Cierto dirigente preguntó a Jesús: ‘Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?’ 19 Jesús le dijo: ‘¿Por qué me llamas bueno? Ninguno es bueno, sino solo Dios. 20 Los mandamientos conoces: No adulteres, no mates, no robes, no digas falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre.’ 21 Él dijo: ‘Todo esto lo he guardado desde mi juventud.’ 22 Jesús, al oír esto, le dijo: ‘Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes y distribúyelo entre los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.’ 23 Pero él, al oír esto, se puso muy triste, porque era muy rico.”

En su ministerio, Jesús se encuentra con muchas personas, pero en este pasaje se encuentra con un joven. Al analizar la vida de este joven, parecía un hombre perfecto, sabía sobre la ley de Moisés, pero Jesús sabía lo que había en su corazón. No le habló sobre honrar a su padre y madre, ni sobre el adulterio, la mentira o el homicidio. Jesús fue a la raíz, de la que habla Pablo, y le dijo: “Te falta una cosa nada más; te invito a hacer tesoros en el cielo.”

De inmediato, el joven cambió de actitud, se puso triste y se fue. Llama la atención que Jesús no fue tras él. Meditando sobre esto: en cuántos lugares este joven rico sería un miembro premium, ¿quién no querría tener sus diezmos y ofrendas? Pero con el SEÑOR no es así. El dinero es solo un medio, y si ocupa un lugar fuera de eso hay un problema, y es ahí donde el Señor quiere trabajar sobre tu vida. El joven rico tuvo al dador de la vida, pero tomó una decisión, así como todos los días en nuestra vida cristiana tomamos decisiones.

Tal vez el amor por el dinero no sea tu problema, tal vez el materialismo no sea tu problema, pero sí el afán por producir y producir. Entrégale al Señor tus circunstancias, tu problema, y toma una decisión. Permite que la palabra te confronte, permite que sea como el heno y la hojarasca, permite que sea como una espada que penetra y transforme lo más íntimo de tu corazón. Sea cual sea la situación que estés pasando, entrégale al Señor tu necesidad.

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